Portada » Preservó la sangre del cordón umbilical en el nacimiento de su hija: años después la curó de un cáncer y le salvó la vida
El diario El País de España reveló un caso médico que impactó en todo el mundo,. Se trata del español César Cavallé, quien en el 2009 tuvo una hija llamada Telma. En ese momento había contratado una empresa que se dedicaba a la conservación de la sangre del cordón umbilical.
Seis años después, las células madre obtenidas de ese cordón le salvaron la vida. Si el proceso empezó en el hospital HM Montepríncipe (Boadilla del Monte, Madrid), donde se hizo la extracción y criopreservación de la sangre del cordón umbilical, terminó en el madrileño hospital infantil del Niño Jesús, donde se llevó a cabo el trasplante.
Telma fue diagnosticada con un neuroblastoma metastásico de alto riesgo (en estadio cuatro) una semana después de haber cumplido los cinco años de edad, en enero de 2015. Se trata de un tumor muy agresivo especialmente común en niños que tiene un pronóstico muy malo y que requiere un tratamiento intensivo de quimioterapia, radioterapia y cirugía.
Se trata de un tipo de cáncer “que no da la cara, porque no se detecta ni en las analíticas ni en las radiografías; solo cuando se le hizo una resonancia se le detectó una mancha entre el pecho y la espalda”, recuerda César Cavallé, padre de Telma, al diario español.
Cuando es necesario un trasplante, este suele ser autólogo (con células procedentes del mismo paciente); el problema es que, en ocasiones, la médula ósea está invadida por el propio tumor; y al estar contaminada, es más difícil usarla. Exactamente lo que ocurrió con Telma. Por eso, haber podido contar con la sangre del cordón resultó vital ya que, sin el trasplante, el pronóstico era muy malo. Y al utilizar sus propias células, se minimizó la posibilidad de un rechazo.
A la hora de conservar la sangre del cordón, la rapidez es esencial, ya que solo se dispone de un margen de 48 horas para extraerla y completar el proceso de criopreservación en nitrógeno líquido, manteniendo niveles máximos de cantidad y calidad. Algo que no fue un problema en el caso de Telma, ya que el hospital HM Montepríncipe, donde nació, ofrece este servicio. Dentro de ese plazo no se pierden células, pero más allá empiezan a morir.
A pesar de ello, el tratamiento de Telma no fue sencillo ni rápido. Para que el trasplante tenga opciones de éxito, la enfermedad tiene que estar en remisión, y a ella le costó mucho llegar hasta ese punto: las primeras sesiones de quimioterapia, de enero a junio de 2015, no tuvieron resultado, el tumor resistía e incluso la metástasis se había mantenido. “De ahí se pasó a una quimioterapia combinada, con pastillas y líquidos, durante dos meses. Pero a finales de agosto de 2015 se vio que la niña estaba peor en todos los aspectos y que incluso la metástasis había ido a más”, recuerda Cavallé.
“Entonces se nos propuso participar en un experimento probado con ratones de laboratorio; una quimioterapia de adulto modificada molecularmente para el paciente infantil que se estaba experimentando con 20 niños en toda Europa. Y claro, dijimos que sí”.
Se trataba de cinco dosis de quimio de la que solo se le dieron tres, por los efectos secundarios que estaba desarrollando: a Telma se le empezó a quemar la piel, las manos y los pies se estaban despellejando, cambió las uñas de sus manos… Sin embargo, las pruebas que le hicieron a finales de 2015 mostraron que la enfermedad por fin había retrocedido algo. Era el momento para el trasplante.
El siguiente paso fue la cirugía. A primeros de marzo de 2016 se le retiró la mayor parte de la masa tumoral en el Niño Jesús (aproximadamente un 80%), y en mayo comenzó con la radioterapia. Catorce sesiones, al final de cada cual se veía que el tumor restante iba reduciéndose, y Telma salía muy contenta. Pero el último paso, el de la inmunoterapia, se hizo esperar, porque la complicación pulmonar que había sufrido tras la cirugía le había dejado sin la suficiente capacidad pulmonar, uno de los requisitos para comenzar esta parte del tratamiento.
“Se pedía al menos un 65%, y Telma no llegaba al 57%”, comenta su padre. “Así que pasamos el verano como pudimos, con Telma soplando matasuegras, inflando globos, soplando velas… Hasta que en septiembre por fin superó ese baremo y pudo dar el paso”. Cinco ciclos en los que estaba ingresada 10 días, recibiendo permanentemente un líquido y monitorizada con un pulsómetro y un tensiómetro, seguido de 20 días en casa, tomando pastillas de ácido retinoico.
Desde entonces, las revisiones han venido cada tres meses, verificando en cada caso que la médula estaba limpia y que no hay rastros de la enfermedad. Un plazo que, en marzo de 2019, se decidió aumentar a seis meses, y se considera que está en estado de remisión completa.